Editorial



Quienes han guardado una flor entre las páginas de un libro quizá, sin ser conscientes, han manifestado una paradoja inherente a la escritura, que consiste en su asociación con la muerte.

Alguna vez levanté una hoja de árbol de maple de la calle y la convertí en un separador. Años más tarde, esa naturaleza marchita se desprendió de la novela. Resucitada, me acomodó un golpe de boxeador directo a las entrañas; me hizo inhalar una polvareda venida de mi corazón desfragmentado. Dos planos de realidades opuestas se habían conectado: el de ese pedazo orgánico, inerte, entre las páginas amarillentas, muertas, por un lado, con mi situación de hombre adulto, vivo, entre cajas de mudanza atiborradas de decisiones, dolor y recuerdos, por otro.

Pues bien, recordé este efecto de la paradoja cuando surgió la idea de crear esta revista. Confieso que no me estresé al ajustarlo al concepto editorial. Cambié “libro” por una de sus partes, la “guarda”; también reemplacé “flor” por “hoja”, algo quizá más simple, pero favorecedor en cuanto a la dualidad de sentidos: la referencia al espacio para escribir y el vínculo con lo natural.

Hojas en Guarda es, entonces, el espacio donde confluye esa muerte-vida-vida-muerte, respecto a la escritura. Es también un medio digital mexicano donde se manifiestan todas aquellas voces variopintas que se aproximan a dicho espacio y que, en reacción, siempre están listas para provocar.
Te invito, lector, no solo a apropiarte de esta iniciativa, sino a serla. Aquí yacen algunos conceptos del mundo, en una guarda.

IBF


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